
Si tuvo a Alemania contra las cuerdas, a nada del festejo. Vale detenerse en ese tramo final del tiempo reglamentario, algo que esta altura parece lejano, casi de otra vida. Pregunta: ¿Era necesario cambiar de marcha, para pasar a defenderse en su campo en lugar de hacerlo con la pelota? El ingreso de Cambiasso por Riquelme produjo la reacción instintiva de dar el paso hacia atrás y cuidar como sea la ventaja. Esto se produjo en un momento en que Argentina manejaba la pelota, la llevaba hacia adelante y el segundo gol estaba al caer. Alemania, en cambio, tambaleaba y no tenía respuestas en ataque. Reagruparse en campo propio fue letal, vinieron los centros cruzados y el cabezazo de Klose le devolvió a la vida a casi 70 mil hinchas que, a esa altura, estaban sumergidos en la más profunda de las decepciones.
Llegó el suplementario y otra vez la Selección asumió el control del partido. Ayala, desde el fondo, empujó por la victoria. Vaya destino el suyo: pasó de héroe, verdadero héroe, al malo de la película por errar el penal en la definición. Acompañó Heinze, ni hablar Mascherano y, pese a que no estaba en su plenitud física, Lucho González (ya sin Riquelme en cancha) asumió el papel de conductor y no desentonó. También Maxi Rodríguez acompañó con su empuje habitual, en uno y en otro sector. ¿Crespo? No se sintió cómodo. Iba por adentro y la pelota no le llegaba. Probaba por afuera y nada. Pasó inadvertido. Y Tevez, qué decir de Tevez. Impactante, guapo, ganador, les hizo frente a los centrales alemanes y ganó más de las que perdió. Le faltó, sí, tener alguna chance clara para cerrar una actuación fabulosa.
Queda bronca, claro. Porque se esperaba llegar bien a lo alto y había potencial para lograrlo; porque cualquier amante del buen fútbol soñaba con Riquelme en el altar; porque suena feo, casi atraganta, escuchar a Pekerman decir que su ciclo se terminó; porque no fue justo que Roberto Ayala, la figura argentina en el Mundial, se lleve la impotencia a cuestas; porque Abbondanzieri, después de hacerle frente a las críticas, venía redondeando un torneo altísimo hasta que lo frenó una lesión; y porque la mesa estaba servida para grandes cosas.
Es el adiós a una ilusión. Que fue linda mientras duró.
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