viernes, junio 30, 2006

Morimos de pie

(30-06-06-) La Selección se fue del Mundial de la peor manera. Sin merecerlo, primero. Atada a la lotería de los penales y, para rematar un día triste, brotó a la luz esa reacción desencajada de los jugadores, quienes terminaron a las trompadas en el medio de la cancha contra cualquiera alemán que se cruzara en el camino. Duele irse así, porque Argentina debió ser uno de los semifinalistas. Le sobró ganas, actitud, temperamento, jerarquía. Porque en definitiva, en el global de 120 minutos, fue superior (aún sin crear tanto peligro) a un rival cuya principal virtud fue ser local. Apenas eso. Cómo no lamentarse, entonces.
Si tuvo a Alemania contra las cuerdas, a nada del festejo. Vale detenerse en ese tramo final del tiempo reglamentario, algo que esta altura parece lejano, casi de otra vida. Pregunta: ¿Era necesario cambiar de marcha, para pasar a defenderse en su campo en lugar de hacerlo con la pelota? El ingreso de Cambiasso por Riquelme produjo la reacción instintiva de dar el paso hacia atrás y cuidar como sea la ventaja. Esto se produjo en un momento en que Argentina manejaba la pelota, la llevaba hacia adelante y el segundo gol estaba al caer. Alemania, en cambio, tambaleaba y no tenía respuestas en ataque. Reagruparse en campo propio fue letal, vinieron los centros cruzados y el cabezazo de Klose le devolvió a la vida a casi 70 mil hinchas que, a esa altura, estaban sumergidos en la más profunda de las decepciones.
Llegó el suplementario y otra vez la Selección asumió el control del partido. Ayala, desde el fondo, empujó por la victoria. Vaya destino el suyo: pasó de héroe, verdadero héroe, al malo de la película por errar el penal en la definición. Acompañó Heinze, ni hablar Mascherano y, pese a que no estaba en su plenitud física, Lucho González (ya sin Riquelme en cancha) asumió el papel de conductor y no desentonó. También Maxi Rodríguez acompañó con su empuje habitual, en uno y en otro sector. ¿Crespo? No se sintió cómodo. Iba por adentro y la pelota no le llegaba. Probaba por afuera y nada. Pasó inadvertido. Y Tevez, qué decir de Tevez. Impactante, guapo, ganador, les hizo frente a los centrales alemanes y ganó más de las que perdió. Le faltó, sí, tener alguna chance clara para cerrar una actuación fabulosa.
Queda bronca, claro. Porque se esperaba llegar bien a lo alto y había potencial para lograrlo; porque cualquier amante del buen fútbol soñaba con Riquelme en el altar; porque suena feo, casi atraganta, escuchar a Pekerman decir que su ciclo se terminó; porque no fue justo que Roberto Ayala, la figura argentina en el Mundial, se lleve la impotencia a cuestas; porque
Abbondanzieri, después de hacerle frente a las críticas, venía redondeando un torneo altísimo hasta que lo frenó una lesión; y porque la mesa estaba servida para grandes cosas.
Es el adiós a una ilusión. Que fue linda mientras duró.


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