viernes, junio 26, 1998

Este es un equipo en serio

BURDEOS, Francia.- Este seleccionado es la fuerza de la solidaridad. La gente se identifica y se une en cánticos viejos, pero de esperanza imperecedera: "¡Volveremos a ser campeones, como en el ´86...!", o "¡Dale campeón!". Es el tercer triunfo consecutivo, el primero ante un rival (Croacia) que no se da por hecho con sólo estar en el Mundial, como ocurrió con Japón y Jamaica. En la cancha, once futbolistas le ponen significado a la palabra equipo. Solidez para no dejar nunca a un compañero solo. Espíritu de lucha: marcan los especialistas y también aquellos a los que les gusta más recibir la pelota que andar corriendo rivales, como Batistuta, Gallardo y Verón. No importa, se sacrifican por... el equipo. La Argentina fue un bloque compacto de mente y cuerpo. Saca provecho de una premisa que ya le dio la octava victoria consecutiva: asegurar el cero en el arco propio, porque adelante siempre aparecerá alguien para hacer tres puntos de una jugada. La generosidad del funcionamiento está para que alguien impensado como Pineda se convierta en definidor. Es la fórmula del triunfo que maneja este seleccionado: no dejar que el rival haga y construir lo propio entre todos. Nunca aceptará cambiar ataque por ataque. No entrará en esa ruleta rusa.
En las tribunas, no menos de 20.000 argentinos recrean la coreografía de cualquier cancha de nuestro país. Infinidad de banderas, el celeste y blanco en todos los rincones. Sólo el aspecto de coliseo romano del estadio Lescure advierte que la Argentina está a miles de kilómetros. Sólo geográficamente, porque el fútbol y los sentimientos hacen de Burdeos una postal cercana a Buenos Aires.
Primera virtud de la Argentina: pese a las cuatro variantes, no perdió la identidad. Mantuvo el orden y el entendimiento entre las líneas. El recambio le dio lugar a alguien muy pedido: Gallardo, que no desperdició su primera oportunidad de titular. Dentro de un partido bastante cerrado, y jugado con mucho fastidio por los croatas en cada roce y fricción, el volante de River impuso su sello. Panorama y toque en aceleración. Movilidad y destino seguro para la pelota. No deslumbró, salvo cuando se le escapó a Bilic y a Simic y remató apenas desviado. Pero plasmó sus recursos técnicos en un encuentro decididamente volcado hacia la lucha.
De arranque pareció que Croacia le daría a la Argentina más problemas de los que realmente le creó. Suker le ganó en el salto a Vivas y cabeceó apenas desviado. Fue un aviso y nada más. A la cancha empezaron a sobrarles las áreas. Veintidós hombres se apretujaban en 60 metros y los costados quedaban vírgenes. Se multiplicaron los foules y todos se quejaban por los golpes.
De a poco, la Argentina demostró que era más compacta. Croacia, cada vez jugaba menos y se enojaba más con el árbitro. El manejo prolijo de Boban moría en las inmediaciones de Ayala.
Por momentos se notaba que los dos estaban clasificados por la falta de decisión para atacar. Pero la Argentina también sabe jugar al distraído: entre la presión de Pineda y Verón se recuperó una pelota en la mitad de la cancha. Siguió Gallardo, Ortega cruzó la pelota y la cabeza involuntaria de Simic trazó un pase exacto para que Pineda definiera de zurda.
Con la entrada del Piojo López se intentó explotar los espacios que dejaría Croacia. La victoria argentina nunca corrió riesgo, salvo cuando un tiro de Vlaovic sacudió el travesaño. En los últimos minutos se resignó la iniciativa porque ya no estaba Gallardo.
La Argentina pasó bien el examen más difícil de su zona. Ahora, a partir de los octavos de final, vendrá la hora de la verdad. Y la Argentina mostró argumentos para no ser desmentida con facilidad.


GOLES:
1er tiempo: 36m, Pineda

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